OMSBON I

N K V D

 

 

Las siglas NKVD (correspondientes al Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) son habitualmente identificadas con el instrumento represivo mediante el que se mantuvo el  terror estalinista en los peores años del régimen soviético. Sin embargo tal identificación es sólo parcialmente exacta, puesto que bajo el paraguas de tales siglas se incluían distintas ramas de servicios, propios de un ministerio del interior, que abarcaban desde los de estricta seguridad (que con el tiempo se convertirían en el KGB) hasta los bomberos, pasando por la policía criminal ordinaria, los guardianes de los campo de concentración y las prisiones, o los guardias de fronteras. Obviamente, no todos ellos estuvieron implicados en los crímenes de Stalin o,  al menos, no de la misma manera.

 

Por regla general, las unidades del NKVD no estaban diseñadas para actuar como unidades estrictamente militares pero la invasión alemana alteró esta circunstancia. Las unidades de guardias de fronteras pasaron a combatir en el frente y también otras fuerzas del NKVD se vieron abocadas a combatir como unidades militares convencionales. Se formarían regimientos motorizados, brigadas y divisiones que entrarían en combate junto al  Ejército Rojo y bajo mando de éste. En algunos casos se trató de auténticas unidades de élite, en el sentido más amplio, como por ejemplo el 34 Regimiento Motorizado NKVD, formado en parte por guardias fronterizos y desplegados en Mtsensk en octubre de 1941, donde actuó con la famosa 4ª Brigada de Carros de Katukov. Pero, en general, su armamento y su potencia de fuego eran más ligeros que el de las divisiones estrictamente “militares”.

 

En el caso de los guardias de fronteras conviene precisar que, si se habla de ellas como “tropas de élite” lo es por su alto nivel de entrenamiento y su moral de combate, pero no porque dispusieran de armamento especializado, o decisivo: por el contrario, su armamento era el propio de la infantería ligera.

 

Por otra parte, al aproximarse el enemigo, se organizaron unidades de civiles voluntarios, controladas por el NKVD, para ayudar al Ejército a defender las ciudades. Las fábricas organizarían regimientos voluntarios de trabajadores, las organizaciones de distrito del Partido harían lo propio, y lo mismo ocurría con la policía local, los bomberos, etc, y todos ellos actuarían como unidades de infantería. Un ejemplo de esta “militarización” sería la 10ª División de Fusileros del NKVD que tomó parte en la defensa de Stalingrado.

 

Una labor de tintes siniestros ha sido la que con más fuerza ha pervivido en la historiografía militar del frente del este: el NKVD estaba encargado de asegurar la retaguardia y mantener la disciplina en el Ejército Rojo (detener a los desertores, ejecutar a los traidores, enrolar a los civiles, etc) para lo cual recurrió sin piedad a métodos brutales.

 

El carácter multitarea del NKVD determinaría que sus misiones principales se dirigieran a la protección de grandes instalaciones estratégicas, convoyes, fábricas, presas, ferrocarriles, etc. La importancia de estas misiones requería contar con tropas de la máxima confianza y no es de extrañar que, por la misma razón, se encomendase a la NKVD la formación de formasen unidades singulares para la realización de lo que, en el lenguaje al uso, se conocen actualmente como operaciones especiales y de las que se va a hablar al contar la historia del OMSBON: acciones de reconocimiento y di versionarías, demoliciones, sembrado de minas en puntos determinados, golpes de mano en zonas sensibles del enemigo. Un paso más allá fue la encomienda de operaciones detrás de las líneas enemigas, al más puro estilo de lo que los británicos encargaban a sus “ejércitos privados” del SAS o el LRDG. Y otro paso más fue el impulso y la coordinación de grupos partisanos y de las redes clandestinas de apoyo a éstos o la eliminación física de altos mandos alemanes,  igualmente en la línea de los que hacía Gran Bretaña con el SOE. Finalmente en 1943 se produciría la creación del SMERSH, a partir del “núcleo duro” del NKVD, para labores de contrainteligencia en un sentido muy amplio.

 

El NKVD, durante la Gran Guerra Patria,  pudo reunir dentro de sí lo mejor y lo peor que puede producir un país y un régimen acosados por la inminencia de la liquidación. Los chekistas no se andaban con remilgos. Eran duros e inapelables. Para definirles, nada mejor que el título del libro de Slava Katamidze que relata, entre otras, su historia: “leales camaradas, asesinos implacables”.


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